Con una población mundial en crecimiento, el aumento de la
producción alimentaria, la competencia por los recursos de tierra y
agua y el impacto del cambio climático, nuestros suelos están
sometidos a mucha presión. No utilizar cerca de un tercio de los
alimentos producidos en el mundo significa que nuestros recursos
naturales −incluidos los suelos− se usan innecesariamente de forma
indebida. La disminución de la salud del suelo conduce a un mayor uso
de insumos sintéticos que, en exceso, pueden causar contaminación y
en última instancia, pérdida de la biodiversidad y de la tierra
cultivable.
Se estima que el 28 por ciento de las tierras agrícolas del mundo
producen cultivos que no se aprovechan. En el proceso se desperdician
250 km³ de agua, mientras que la huella de carbono de los alimentos
producidos y no consumidos se estima en 3,3 gigatoneladas de CO₂. Con
un 33 por ciento de los suelos del mundo degradado, es hora de detener
el desperdicio de alimentos y comenzar a devolver algo al suelo.